
Melanie Reising
Continuidad de los parques-Actividades
HabÃa empezado a leer la novela unos dÃas antes. La abandonó por negocios
urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar
lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, después de
escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión de
aparcerÃas, volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el
parque de los robles. Arrellanado en su sillón favorito, de espaldas a la puerta
que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó
que su mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a
leer los últimos capÃtulos. Su memoria retenÃa sin esfuerzo los nombres y las
imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi en seguida.
Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando lÃnea a lÃnea de lo que lo
rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo
del alto respaldo, que los cigarrillos seguÃan al alcance de la mano, que más allá
de los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a palabra,
absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes
que se concertaban y adquirÃan color y movimiento, fue testigo del último
encuentro en la cabaña del monte. Primero entraba la mujer, recelosa; ahora
llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo de una rama.
Admirablemente restañaba ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba
las caricias, no habÃa venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta,
protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se entibiaba
contra su pecho, y debajo latÃa la libertad agazapada. Un diálogo anhelante corrÃa
por las páginas como un arroyo de serpientes, y se sentÃa que todo estaba decidido
desde siempre. Hasta esas caricias que enredaban el cuerpo del amante como
queriendo retenerlo y disuadirlo, dibujaban abominablemente la figura de otro
cuerpo que era necesario destruir. Nada habÃa sido olvidado: coartadas, azares,
posibles errores. A partir de esa hora cada instante tenÃa su empleo minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpÃa apenas para que una mano acariciara una mejilla. Empezaba a anochecer. Sin mirarse ya, atados rÃgidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. Ella debÃa seguir
por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió un instante para
verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez, parapetándose en los árboles y
los setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que
llevaba a la casa. Los perros no debÃan ladrar, y no ladraron. El mayordomo
no estarÃa a esa hora, y no estaba. Subió los tres peldaños del porche y entró.
Desde la sangre galopando en sus oÃdos le llegaban las palabras de la mujer:
primero una sala azul, después una galerÃa, una escalera alfombrada. En lo alto,
dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del
salón, y entonces el puñal en la mano, la luz de los ventanales, el alto respaldo de
un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.
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Actividad
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Busca y señala en el texto los pronombres que se refieran a "la novela". -Color Rojo
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Busca y señala en el texto los pronombres que se refieran al "personaje lector"
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¿A quiénes se refieren los pronombres "ella" y "él"?
El pronombre ella se refiere a la persona de sexo feminino y el pronombre él se refiere al sexo masculino, estos los usamos para cuando ya hemos nombrado el nombre del personaje y para no volver a repetirlo usamos estos pronombres.
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Vemos dos adaptaciones más del cuento y establecemos comparaciones.
Video 1-
- No hay dos puertas.
- No hay sangre en la mejilla de el y ella no le da
ningun beso.
- Sube solo dos peldaños.
- La escalera no esta alfombrada



Video 2-
- No llega en un tren, sino caminando.
- La sala no es azul.
- El autor no relata el cuento.
- El sillon no es de terciopelo verde y no tiene un alto respaldo
- No le da la espalda a la puerta.
- La mujer no fumaba.
- El acepta el amor de la mujer.
- Faltan los perros acostados
- La escalera no esta alfombrada.
